Lugares destacados de Vicente Lopez



Tren de la Costa




El Tren de la Costa, ubicado en la provincia argentina de Buenos Aires, es un tren turístico inaugurado en 1995 que recorre 15,5 km atravesando elegantes barrios residenciales en forma paralela al Río de la Plata, entre las estaciones Maipú, ubicada en la localidad de Olivos y Delta, en Tigre. En su trayecto de 11 estaciones, pasa por los partidos de Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre.
Destaca por poseer la infraestructura ferroviaria más moderna de la Argentina y haber convertido a varias estaciones en verdaderos paseos de compras, que incluyen no sólo locales comerciales sino también cines, restaurantes, fichines y otras instalaciones. Desde la terminal, Delta, se accede al Parque de la Costa.

Componen hoy en día la línea las estaciones Maipú, Borges, Libertador, Anchorena, Barrancas (anteriormente, Las Barrancas), San Isidro R, Punta Grande, Punta Chica, Marina Nueva, San Fernando, Canal (anteriormente, Canal San Fernando) y Delta.

Historia

                    


La traza que hoy recorre el Tren de la Costa fue tendida a fines del siglo XIX por la Compañía Nacional de Ferrocarriles Pobladores Argentinos —adquirido al poco tiempo por el Ferrocarril Buenos Aires a Rosario (FCByR)— entre la terminal ferroviaria de Retiro, en la Ciudad de Buenos Aires, y Tigre R. Pasando luego a la órbita del Ferrocarril Central Argentino, corrieron por esta línea trenes a vapor hasta que fue electrificada con tercer riel en 1931. Al nacionalizarse los ferrocarriles, en 1948, pasó a formar parte del nuevo Ferrocarril General Bartolomé Mitre de la red ferroviaria argentina, en uno de sus tres ramales suburbanos.
En 1961, durante la presidencia de Arturo Frondizi, Ferrocarriles Argentinos suspendió la prestación de servicios entre las estaciones Bartolomé Mitre, ubicada en Olivos, y Delta, nombre con el que fue rebautizada la estación Tigre R. Esta decisión puede entenderse si se toma en cuenta que el ramal Retiro-Tigre del Ferrocarril General Mitre, también estatal en ese momento y tradicionalmente mucho más usado que el Retiro-Delta, corre en forma prácticamente paralela a este último a partir de la estación Mitre, compitiendo con él. No obstante, en la sección clausurada siguieron pasando esporádicos trenes de carga por algún tiempo más, en especial para llegar a algunos astilleros ubicados en la zona de San Fernando (Astarsa).

A partir de ese momento el Tren del Bajo, como se lo llamaba afectuosamente, se sumió en el abandono convirtiéndose en una vía muerta. El terreno ferroviario fue ocupado ilegalmente en casi toda su extensión, muchas estaciones fueron ocupadas por familias enteras y se deterioró gran parte de su estructura. Sin embargo, hubo permanentes reclamos para su rehabilitación, y desde principios de los años noventa se empezaron a barajar opciones para volver a poner el ramal en funcionamiento.

Reactivación del ramal

Si bien desde principios de la década se venían llevando a cabo tareas de desmalezamiento y otras previas a la reconstrucción de la línea, fue recién en 1993 que el ramal se dio en concesión por 30 años a la Sociedad Comercial del Plata, que con financiación del Estado tuvo a su cargo la rehabilitación del trazado férreo y las estaciones. Se reacondicionaron las 8 estaciones existentes al momento y se construyeron 3 nuevas, introduciendo el concepto de híbridos entre estaciones ferroviarias y paseos de compras.
Debió construirse una nueva terminal, Maipú, puesto que se resolvió sustituir la trocha ancha por estándar y cambiar el sistema de alimentación eléctrica, ahora por catenaria, todo lo cual hacía imposible que el ramal Retiro-Delta volviera a funcionar en forma integrada; adicionalmente, el hecho de que el antiguo ramal se dividiera en dos áreas asignadas a distintas concesionarias favoreció su separación definitiva. La nueva terminal se emplazó enfrentada a la estación Bartolomé Mitre, unida a ella por un puente peatonal.

A fines de 1994 se hicieron las primeras pruebas, para en 1995 inaugurarse definitivamente el nuevo servicio, prestado por modernas formaciones de tren ligero de fabricación española y con una tarifa considerablemente más elevada que lo normal para los ferrocarriles suburbanos, ya que es un servicio que no recibe subsidios. El Tren de la Costa tuvo problemas económicos desde poco tiempo después de comenzar la prestación de servicios, y a agosto de 2007 se estaba buscando financiación en forma urgente para poder continuar con la operación de la línea.

Material rodante

El material rodante del Tren de la Costa está compuesto por unidades derivadas directamente de las unidades serie 3700 de segunda generación construidas por la empresa española Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) en Beasain para Ferrocarriles de la Generalidad Valenciana de Valencia, España. Estas unidades se distinguen de las españolas por tener un ancho de vía de 1435 mm (UIC) frente a los 1000 mm (métrico) de las españolas, y por poseer una electrónica de potencia más avanzada, utilizando equipos trifásicos frente al chopper en la española.

Estaciones del Tren de la Costa

El Tren de la Costa tiene 11 estaciones en su recorrido, atravesando 4 partidos del Gran Buenos Aires.




EL PALOMAR DE LOS ANCHORENA



Sobre la calle Díaz Vélez, aun de tierra y hacia Av. Maipú a metros de la intersección de la Calle Rioja, existía el Palomar de los Anchorena o mal llamado Palomar de Urquiza y sobre la misma pero antes de llegar a Winenberg estaba el casco de la casona que arrendaba la familia Gandini desde 1870 a 1947, a Juan Esteban de Anchorena y su señora Carola Benítez Ortega, que se extendía desde Díaz Vélez a Debenedetti y desde Rawson hasta Av. Maipú, como también el galpón utilizado de depósito y venta de verduras y sobre Winenberg ya casi lindando con Díaz Vélez el tanque australiano para el lavado y posterior acondicionamiento de la mercadería, la que en gran parte, era llevada tres veces por semana al mercado Spinetto y otra al abasto, donde era vendida a los mayoristas.
En el frente de esta gacetilla vemos una foto que muestra como era entonces el lugar, esta foto fue tomada el 1 de junio de 1947, por Don Mario Tolini, recordado vecino perteneciente a una de las familias pioneras del barrio La Lucila, fue sacada con una maquina Kodak de las llamadas “Cajoncito”, desde la terraza del primer piso del edificio que existía en la esquina noroeste de la calle Rawson y Díaz Vélez, propiedad de sus padres, hoy demolida. En su lugar hay otro mucho más reciente con una serie de locales comerciales sobre ambas calles.
En la última página vemos otra foto tomada hacia el Rio de la Plata que nos muestra el camino de acceso a la estación La Lucila con su correspondiente molinete, un tren eléctrico de pasajeros saliendo de la estación hacia Martínez, a punto de cruzar donde hoy está la barrera de Díaz Vélez. Se visualiza a continuación el camino de tierra flanqueado por dos filas de eucaliptos más que centenarios que se extendía desde las vías hasta la entonces calle José C. Paz (hoy Av. Del Libertador) donde finalizaba a metros de la entrada de carruajes del Palacio La Lucila de Urquiza Anchorena. En los sesenta y ocho años transcurridos, al ver estas fotos y compararlas con la actualidad podemos decir solamente que pasamos de pleno campo a la ciudad. Pocas semanas después de la toma de esta foto, caría para siempre el viejo Palomar y comenzaría la subdivisión de la quinta y pavimentación de la calle Díaz Vélez a Av. Maipú y de las calles laterales (Rioja a Tucumán inclusive) en los sesenta y pico de metros que faltaban construir, las que por no coincidir en sus empalmes con las antiguas que venían de Olivos, hizo necesario hacer una pequeña diagonal, como se puede observar con todos los lotes esquinados con frente a Díaz Vélez. Un año después también se vendió y subdividió la quinta formada por las actuales Av. Del Libertador, las calles Díaz Vélez, Moreno y las vías del ramal “C” del F.C.C.A. se abrieron las calles Rosales, Castellanos, Mansilla y Ada Elflein, las que se pavimentaron conjuntamente con la mitad de la calzada que faltaba construir de la de Mariano Moreno. También se pavimento Díaz Vélez hasta Libertador, pero previamente hubo que talar a ras de tierra los más de cincuenta añosos eucaliptos existentes.
Don Moisés Pedro Gjerding, conocido siempre como Don Pedro, nació en 1981, comenzó su labor como mensual en la quinta Urquiza Anchorena, siendo poco más que un niño a principios de siglo pasado, contaba que ya el Palomar tenía muchos años y su construcción databa de cuando la quinta vieja “Los Olivos” era propiedad de Don Nicolás de Anchorena y Doña Estanislada Arana, o sea de la midad del siglo XIX, antes inclusive del tendido de las vías del ferrocarril. Con los años Don Pedro se convirtió en un experto especialista en jardinería y llego a ser el encargado de la dotación de jardines del Palacio. Se casó con Doña Felisa Barri perteneciente a una tradicional familia de Olivos, emparentada con las no menos antiguas de Molinari y Gandini. Al flamante matrimonio se le facilito el uso de la planta de un chalecito estilo europeo construido a unos treinta metros de la calle Diaz Velez hacia Debenedetti a la altura de la calle Mansilla, edificio este que perduro hasta mediados de 1988. Al demolerse el Palacio en 1942 y subdividirse de parte de las tierras en que estaba asentado, la familia Urquiza Anchorena conservo para sí una fracción donde se hallaba construido un edificio que albergaba dependencias auxiliares de servicio y un sector de los jardines, continuando el matrimonio al servicio de la familia y sus herederos Paz Anchorena.
Por otra parte, en merito a la fidelidad y ejemplar comportamiento demostrado por el matrimonio, la familia Paz Anchorena disponen que ocuparan de por vida el chalecito en forma total y en el fallece Don Pedro el 18 de abril de 1976 a los ochenta y cinco años y Doña Felisa, algunos años menor, lo sobrevive hasta que ya pasando los noventa, tras una corta internación, muere el 5 de enero de 1988.
Meses después, el chalecito es demolido y vendidos los lotes circunstantes, desapareciendo así otro de los testigos edilicios de la vieja quinta grande.
Meses después, el chalecito es demolido y vendidos los lotes circunstantes, desapareciendo así otro de los testigos edilicios de la vieja quinta grande.
En octubre del 2003 cae en la piqueta el último testigo de la vieja quinta grande, la Quinta los Olivos ultimo recinto de la familia Anchorena, así también se cierra el telón de la penúltima gran quinta del bajo de Vicente López.
 Solo subsiste, por razones obvias, la Cabaña Azcuénaga, donada en 1918 por Carlos Villate Olaguer después de su muerte, para residencia presidencial.



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