Bar Santa Paula
En 1897 nacía
este bar junto con la llegada del tren a la zona. Al principio no tenía nombre,
hasta los años ‘30: “Había un equipo de polo con ese nombre, y en este bar
paraba el ‘Maradona’ de ese deporte, el paisano Manuel Andrada. (En 1930 un
equipo argentino llamado Santa Paula realizó una gira por los EEUU. con
excelentes resultados y considerada la mejor actuación hasta ese momento
realizada por un equipo argentino. El alma de ese equipo se llamaba Manuel
Andrada, conocido por todos como el “Paisano” él era un ex capataz de estancia
que hizo leyenda, llegando a 9 goles y uno de los pocos en su época que ganó
seis campeonatos de Palermo, con cinco equipos distintos: con Santa Paula en 1930 y 1933, con La
Rinconada en 1931, con Tortugas en 1935, con Los Indios y el Trébol en 1938 y
1939 respectivamente). Entonces en su honor le pusieron este nombre que hasta
hoy lleva”, así lo cuenta el señor Severino Pose. Y agrega: “En aquella década,
el local pertenecía a Pedro el ‘Paisa’ Rulfi. Era un bar con vivienda. Luego se
agregó, sobre un terreno lindero, el boxing. Tenía un piso de madera y en la
puerta un palenque, el típico mostrador y un sótano donde estaban los
billares”.
Severino nació
en La Coruña, Galicia, y llegó en 1954ª Buenos Aires. Trabajó de mozo durante
cinco años hasta que junto a tres socios compró el bar en 1962: “Ahora no se
trabaja como antes. Venían los camiones de cerveza, bajaba 200 cajones en
octubre, y llegando a fin de año no había más. Allá por el ‘70 éramos dos turnos
de 12 horas, no cerrábamos”, recuerda.
“El ‘Santa
Paula’ fue una gloriosa institución boxística entre los años ‘40 y ‘70. Al
principio se hacían las peleas al aire libre, y en los ‘50, se construyó el
boxing techado. Era el único que desafiaba al Luna Park, ya que realizaba sus
reuniones los sábados, distinto a la costumbre de los otros clubes que, lo
hacían los viernes”, así lo dicen los recortes de diarios de la época colgados
en la barra.
Hace un par de
décadas, todavía con la existencia del fútbol codificado, el salón del bar se
llenaba: “Esto estaba repleto antes del ‘Futbol Para Todos’. Esto nos perjudico
mucho ya que las grandes reuniones de simpatizantes del futbol dejaron de
asistir. Los domingos en esas cuatro horas del evento, la gente venía dos horas
antes para agarrar mesas y sillas, más dos del partido, y se recaudaba más que
en un día de semana de punta a punta”. La gran diferencia entre los divertimentos de la
juventud de antes, y la de ahora: eran que: “Después de la cena, la vieja
quería escuchar la novela, y ¿a dónde iban los pibes? Al bar. Jugaban un
partido a los naipes o al billar. Y los lunes comentaban las carreras, los
bailes o el fútbol. De golpe se hacían las 2 o 3 de la mañana y aquí seguíamos
trabajando. Pero para los chicos de hoy no existe la ‘barra de la esquina’,
están en la casa con la computadora, la Pley o el teléfono Celular”. Severino es
el último que queda de 13 hermanos, y su sueño es volver una vez más a su
tierra natal: “La última vez que fui, fue hace varios años. Me gustaría hacer
el último viaje, no sé cuándo. Saludar a mis sobrinos, vecinos, y algún que
otro amigo que quede de la infancia”, confiesa. Y explica qué será de este bar,
en un futuro: “Mi hija María Cristina, tiene que seguir con la posta. Ya está
trabajando acá, a la mañana. Tengo cuatro nietos: María Candela, Renzo, Lautaro
y Valentino. Y ojalá alguno siga con este legado”, adelanta. Las caras que se
ven varían poco: “Vienen siempre los mismos, generalmente vecinos, a veces
alguno que no es de acá. Pero un día se muere uno, otro día otro y no es como
en la guerra, que cae un soldado y ponen otro nuevo. Cada vez somos menos”.
Ojala la historia cambie y las nuevas generaciones rescaten ese hermoso momento
de reunirse con amigos en el bar del barrio, para seguir contando sus
anécdotas, sus alegrías y preocupaciones, una partidita de cartas o un
partidito al billar que todavía tenemos, siguiendo una tradición ya casi
olvidada.
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